La casa de las conchas
La Casa de las Conchas es importante en Peñíscola por ser uno de sus atractivos turísticos. A pesar de ello, y aunque mucha gente lo desconoce, esta casa, y más concretamente su propietaria podría ser considerada como una de las personas más ilustres de Peñíscola. Y es que a pesar de que seguramente no cuenta con el reconocimiento merecido, la mujer en cuestión, llamada Justa Mir, se convirtió, sin quererlo, en la primera promotora del turismo en la localidad.
Esta historia empezó a principios de la década de los 50, cuando un matrimonio con tres hijos vecinos de Peñíscola empezaron a tener que buscar alternativas de trabajo por el mal momento económico por el que pasaban. A la mujer, Justa, se le ocurrió entonces aprovechar la llegada de los primeros turistas para ofrecerse como una improvisada guía turística, la primera de la localidad. A cambio de la voluntad, Justa emprendió este proyecto, siendo la pionera en prever el potencial turístico de Peñíscola.
Con los ahorros que consiguió la mujer –su marido estaba enfermo y apenas podía trabajar- la familia comenzó a construir en una pequeña parcela adquirida la actual Casa de las Conchas. Y fue el amor por la naturaleza y por el mar el que propició que Justa hiciera un trato con los pescadores de Peñíscola: ella les conseguiría tabaco a cambio de conchas, totalmente autóctonas, que conformarían la fachada principal del edificio.
Dicho y hecho: en 1961 la Casa de las Conchas –con una estructura arabesca y un escudo del Papa Luna en honor a los orígenes de la localidad- fue finalizada. Asimismo, Justa montó la primera tienda de souvenirs frente a la casa, ayudando también a esta imagen de promotora de turismo que desde siempre y hasta su muerte la acompañó.
