Curiosidades
Historia de la Encomienda del Maestrazgo
Cervera del Maestre cuenta con una larga historia que se remonta hasta el periodo romano e íbero. Fue fundada por los griegos focenses en el 331 antes de Cristo y todavía conserva una villa agrícola romana, el Mas d’Aragó. Pero el primer documento escrito que hace referencia a la existencia del castillo se remonta al año 1157, cuando Ramón Berenguer IV lo entregó a la Orden del Hospital para hacer saber a los musulmanes sobre la futura conquista. El 22 de noviembre de 1233 se llevó a cabo la ocupación del castillo de Cervera y Hugo de Follalquer, maestre de la Orden del Hospital, fue el encargado de pactar la rendición pacífica con los musulmanes que vivían en la zona. Los árabes accedieron a desplazarse a las afueras del municipio si esto suponía que conservarían su lengua, religión, leyes, propiedades y costumbres. En el año 1235 Hugo de Follalquer concedió la Carta Puebla de todo el distrito a la villa de Cervera, llevándose a cabo una repoblación de cristianos en la zona. Parece ser que los musulmanes abandonaron la zona definitivamente en el año 1248, año en el que se decretó la expulsión de los moriscos. Finalmente, en 1250, la Orden del Hospital otorgó la segunda y última Carta Puebla de la villa de Cervera a los cristianos de la zona. Casi 70 años después, en 1319, la población de Cervera, que había formado parte de la Orden del Hospital, pasó a manos de la nueva Orden de Montesa y desarrollando una gran actividad comercial. En el siglo XIV se donaron sus rentas a la Mesa Maestral, permaneciendo adscrita a la figura del Gran Maestre hasta el siglo XIX, cuando se extinguieron los señoríos. A partir de entonces, Cervera se convirtió en el escenario de las guerras carlistas, especialmente en la primera y la tercera. Una vez finalizada la dictadura franquista Cervera retomó su actividad económica y social convirtiéndose en lo que es ahora.
Leyenda de la Faram
La leyenda de la Faram gira entorno a un monstruoso dragón que vivía en una cueva ubicada junto a la puerta del castillo de Cervera. La criatura tenía atemorizados a los vecinos de la zona ya que robaba sus rebaños, secaba los pozos cuando tenía sed y arrasaba las cosechas con el fuego que sacaba de su boca. El principal problema residía en el hecho de que el espantoso dragón era inmortal, ningún arma podía hacerle daño ni acabar con su vida. No obstante, la única forma que tenía de morir era comiendo un tipo de flores silvestres que solo crecían en los alrededores de la cueva donde residía la Faram. Una vez una bella joven se disfrazó de pastora y dirigió su rebaño hacia el castillo hasta que se encontró con la espantosa criatura. El animal quedó maravillado por la belleza de la joven y ésta se fue ganando poco a poco su confianza. Al poco rato de estar ahí, la muchacha consiguió un ramillete de las flores silvestres que hizo comer a una de sus ovejas y, acto seguido, se la regaló al monstruo como símbolo de gratitud. La Faram, complacida, se comió a la oveja rápidamente sin saber nada acerca del engaño y al día siguiente murió tras un terrible sufrimiento. Hay quien dice que todavía hoy se pueden escuchar los alaridos del dragón provenientes del interior de la cueva.
"El Clot del Tresor"
Cuenta la leyenda que un vecino de Cervera que se encontraba trabajando temporalmente en Francia visitó a una adivina que le reveló algo increíble. La mujer le aseguró que debía regresar a su población para recuperar un magnífico tesoro de la época musulmana que se encontraba escondido bajo las rocas de la fortaleza. Pero este cerverino no fue solo, le acompañó un vecino que había estado en Barcelona y al cual le habían contado exactamente lo mismo. Comenzaron a excavar en la roca de manera manual, día tras día, pero el tesoro nunca aparecía. Cansados de esperar volvieron a sus labores agrícolas, aconsejados por el sacristán, y se olvidaron de las riquezas. No obstante, aseguran que el mismo sacristán fue el que sacó provecho del tesoro, embaucó a otro vecino relatándole los pormenores del caso y vendió la parte que le tocaba para después desaparecer. Lo cierto es que el tesoro nunca fue hallado y continúa allí esperando a ser descubierto por alguien.